Se desarrolló durante tres días en el paso de las Termópilas (cuyo nombre se traduce por Puertas Calientes - de θερμός,-ή,-όν caliente y Πύλη,ης puerta; derivaba de los manantiales cálidos que existían allí), en agosto o septiembre de 480 a. C. (en las mismas fechas en que tenía lugar la batalla de Artemisio).
La invasión persa fue una respuesta tardía a la derrota sufrida en la Primera Guerra Médica, que había finalizado con la victoria de Atenas en la batalla de Maratón. Jerjes reunió un ejército y una armada inmensas para conquistar la totalidad de Grecia y, como respuesta a la inminente invasión, el general ateniense Temístocles propuso que los aliados griegos bloquearan el avance del ejército persa en el paso de las Termópilas, a la vez que bloqueaban el avance de la armada persa en los estrechos de Artemisio.
Un ejército aliado formado por unos 7.000 hombres aproximadamente marchó al norte para bloquear el paso en el verano de 480 a. C. El ejército persa, que conforme a las estimaciones modernas estaría compuesto por unos 300.000 hombres, llegó al paso a finales de agosto o a comienzos de septiembre. Enormemente superados en número, los griegos detuvieron el avance persa durante siete días en total (incluyendo tres de batalla), antes de que la retaguardia fuera aniquilada. Durante dos días completos de batalla, una pequeña fuerza comandada por el rey Leónidas I de Esparta bloqueó el único camino que el inmenso ejército persa podía utilizar para acceder a Grecia. Tras el segundo día de batalla, un residente local llamado Efialtes traicionó a los griegos mostrando a los invasores un pequeño camino que podían utilizar para acceder a la retaguardia de las líneas griegas. Sabiendo que sus líneas iban a ser sobrepasadas, Leónidas despidió a la mayoría del ejército griego, permaneciendo para proteger su retirada junto con 300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos y posiblemente algunos cientos de soldados más, la mayoría de los cuales murieron en la batalla.
Tras el enfrentamiento, la armada aliada en Artemisio recibió las noticias de la derrota en las Termópilas. Dado que su estrategia requería mantener tanto las Termópilas como Artemisio, y ante la pérdida del paso, la armada aliada decidió retirarse a Salamina. Los persas atravesaron Beocia y capturaron la ciudad de Atenas, que previamente había sido evacuada. Sin embargo, buscando una victoria decisiva sobre la flota persa, la flota aliada atacó y derrotó a los invasores en la batalla de Salamina a finales de año. Temiendo quedar atrapado en Europa, Jerjes se retiró con la mayor parte de su ejército a Asia, dejando al general Mardonio al mando del ejército restante para completar la conquista de Grecia. Al año siguiente, sin embargo, los aliados consiguieron la victoria decisiva en la batalla de Platea, que puso fin a la invasión persa.
Tanto los escritores antiguos como los modernos han utilizado la batalla de las Termópilas como un ejemplo del poder que puede ejercer sobre un ejército el patriotismo y la defensa de su propio terreno por parte de un pequeño grupo de combatientes. Asimismo, el comportamiento de los defensores se ha utilizado como ejemplo de las ventajas del entrenamiento, el equipamiento y el uso del terreno como multiplicadores de la fuerza de un ejército, y se ha convertido en un símbolo de la valentía frente a la adversidad insuperable.
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[editar] Fuentes
La fuente primaria principal en lo relativo a las Guerras Médicas es el historiador griego Heródoto. Este autor, que ha sido calificado como "El Padre de la Historia",[8] nació en el año 484 a. C. en Halicarnaso, en Asia Menor (una zona gobernada por el Imperio persa). Escribió su obra Historias entre 440 y 430 a. C., intentando encontrar los orígenes de las Guerras Médicas, que por entonces todavía eran un hecho relativamente reciente en la historia (las guerras acabaron finalmente en 449 a. C.).[9] El enfoque de Heródoto fue una completa novedad, al menos en la sociedad occidental, y por esta razón se considera que inventó la Historia tal y como la conocemos hoy en día.[9] El historiador Holland afirma sobre el particular que: "Por primera vez, un cronista se propuso encontrar los orígenes de un conflicto no en un pasado tan remoto como para que resultase fabuloso, ni en los caprichos o deseos de algún dios, ni en una afirmación del pueblo manifestando su destino, sino mediante explicaciones que pudiera verificar él personalmente."[9]Muchos de los posteriores historiadores antiguos, a pesar de seguir sus pasos, menospreciaron a Heródoto y se consideraron a sí mismos seguidores de Tucídides.[10] Sin embargo, Tucídides eligió comenzar su historia a partir del punto en donde terminó Heródoto (en el sitio de Sestos), por lo que debió considerar que éste había hecho un trabajo razonablemente bueno resumiendo la historia anterior. Plutarco, por su parte, criticaba a Heródoto en su ensayo Sobre la malignidad de Heródoto, describiéndole como "Philobarbaros" (amante de los bárbaros) por no haber sido suficientemente pro griego. Esto sugiere que Heródoto pudo haber realizado un buen trabajo en lo que a neutralidad se refiere.[11] A la Europa del Renacimiento acabó llegando una visión negativa sobre Heródoto, si bien su obra continuó leyéndose de forma habitual.[12] Sin embargo, a partir del siglo XIX su reputación fue rehabilitada drásticamente por los descubrimientos arqueológicos que fueron confirmando de forma repetida su versión de los hechos.[13] La visión que prevalece actualmente sobre Heródoto es que, en general, hizo un buen trabajo en su Historia, aunque algunos detalles específicos (en especial el número de soldados y las fechas) deberían observarse con escepticismo.[13] Por otro lado, sigue habiendo algunos historiadores que consideran que Heródoto inventó gran parte de su historia.[14]
El historiador siciliano Diodoro Sículo, que escribió en el siglo I a. C. su obra Biblioteca histórica, en la que también ofrece el relato de las Guerras Médicas, se basó parcialmente en el historiador griego Éforo de Cime. Sin embargo, su relato es bastante consistente en comparación con el de Heródoto.[15] Además, las Guerras Médicas también reciben la atención, con menor detalle, de otros historiadores antiguos, entre los que se incluyen Plutarco y Ctesias, y también aparecen en obras de otros autores, como en Los persas, del dramaturgo Esquilo. Las evidencias arqueológicas, tales como la Columna de las Serpientes, también ofrecen un respaldo a algunas de las afirmaciones concretas de Heródoto.[16]
[editar] Trasfondo histórico
La expansión constante de los griegos por el Mediterráneo, tanto hacia oriente como occidente, llevó a crear colonias en las costas de Asia Menor. Estas colonias se ubicaron en territorios controlados por el Imperio aqueménida, que siempre les concedió un elevado grado de autonomía,[17] a pesar de lo cual los colonos helenos siguieron aspirando a la libertad absoluta. Se sublevaron contra el poder imperial y obtuvieron algunas victorias iniciales, pero conocían su inferioridad ante el coloso asiático, por lo que pidieron ayuda a los griegos continentales. Los espartanos se negaron en un principio, pero los atenienses sí los apoyaron, dando comienzo a las Guerras Médicas.Las ciudades estado de Atenas y Eretria apoyaron la revuelta jónica contra el Imperio persa de Darío I, la cual tuvo lugar entre los años 499 y 494 a. C. Por aquella época, el Imperio persa era todavía relativamente joven y, por tanto, más susceptible de sufrir revueltas entre sus súbditos.[18] [19] Además, Darío no había accedido al trono pacíficamente, sino tras asesinar a Gaumata, su predecesor, lo que había supuesto la necesidad de extinguir un serie de levantamientos en su contra.[18] Por todo ello, la revuelta jónica no era un tema menor, sino una verdadera amenaza a la integridad del Imperio, y por ese motivo Darío juró castigar no sólo a los jonios, sino también a todos aquellos que hubiesen estado involucrados en la rebelión (especialmente a aquellos pueblos que no eran parte del Imperio).[20] [21] Además, Darío vio la ocasión de expandir su poder hacia el fraccionado mundo de la Antigua Grecia.[21] Por ello, envió una expedición preliminar bajo el mando del general Mardonio en 492 a. C. para asegurar el acercamiento a tierra griega reconquistando Tracia y obligando al reino de Macedonia a convertirse en vasallo de Persia.[22]
En 491 a. C. Darío envió emisarios a todas las poleis de Grecia, solicitando la entrega 'del agua y la tierra' como símbolo de su sumisión a él[23] y tras la demostración del poder persa del año anterior, la mayoría de las ciudades griegas se sometieron. Sin embargo, Atenas juzgó a los embajadores persas y les ejecutó lanzándoles a un foso. En Esparta, simplemente fueron arrojados a un pozo.[23] [24] Esto provocó que Esparta también estuviera, oficialmente, en guerra con Persia.[23]
Darío comenzó a preparar en 490 a. C. una misión anfibia bajo el mando de Datis y de Artafernes, la cual comenzó con un ataque sobre Naxos y la posterior sumisión de las Cícladas. La fuerza invasora se trasladó luego a Eretria —ciudad de la isla de Eubea—, que asedió y destruyó.[25] Finalmente, se dirigió hacia Atenas y desembarcó en la bahía de Maratón, en donde se encontró con un ejército ateniense al que superaba en número. Sin embargo, en el enfrentamiento de los dos ejércitos en la batalla de Maratón, los atenienses obtuvieron una victoria decisiva que supuso la retirada del ejército persa de Europa y su retorno a Asia.[26]
Esparta no participó en la batalla contra los persas. Atenas, con la finalidad de hacer frente a la invasión, solicitó ayuda a los espartanos para luchar pero, como se ha dicho, el origen del problema residía en las colonias griegas en Asia, y Esparta no había fundado ninguna ni tampoco las había ayudado en la rebelión. Por tanto, los lacedemonios no se sentían implicados. Tanto es así que no acudieron a la batalla de Maratón por estar celebrando las fiestas de Apolo Carneo (llamadas Carneas).
En cualquier caso, y tras la derrota, Darío reaccionó comenzando a reclutar un nuevo ejército de inmenso tamaño, con el que pretendía sojuzgar Grecia. Sin embargo, sus planes se vieron interrumpidos cuando, en 486 a. C., se produjo una revuelta en Egipto que obligó a posponer indefinidamente la expedición.[19] Darío murió durante los preparativos para marchar contra Egipto y el trono de Persia pasó a su hijo, Jerjes I.[27] Jerjes aplastó la rebelión egipcia y rápidamente retomó los preparativos para la invasión de Grecia que, al tratarse de una invasión a gran escala, necesitaba una larga planificación que permitiese acumular las provisiones necesarias y para reclutar, equipar y entrenar a los soldados.[28] Jerjes decidió construir puentes sobre el Helesponto para permitir a su ejército atravesar desde Asia hasta Europa, y cavar un canal a través del istmo del monte Athos (canal de Jerjes) para que lo atravesasen sus naves (una flota persa había sido destruida en 492 a. C. mientras rodeaba ese cabo).[29] Estas obras de ingeniería eran operaciones de una gran ambición que estaban fuera del alcance de cualquier otro estado contemporáneo.[29] Finalmente, a comienzos de la década de 480 a. C., se completaron los preparativos para la invasión, y el ejército que Jerjes había reunido en Sardes marchó en dirección a Europa, cruzando el Helesponto sobre dos puentes flotantes.[30]
Los atenienses, por su parte, también se habían estado preparando para afrontar una guerra contra Persia desde mediados de la década de los años 480 a. C. Finalmente, en 482 a. C. se tomó la decisión, bajo la guía del estadista ateniense Temístocles, de construir una masiva flota de trirremes, imprescindible para que los griegos pudiesen enfrentarse a los persas.[31] Sin embargo, los atenienses carecían de la capacidad y la población suficiente para enfrentarse al enemigo a un mismo tiempo en tierra y en el mar, por lo que para combatir a los persas necesitaban llegar a una alianza con otras poleis de Grecia. En 481 a. C. el emperador Jerjes envió embajadores por toda Grecia solicitando de nuevo la tierra y el agua, pero omitiendo deliberadamente a Atenas y a Esparta.[32] Sin embargo, algunas ciudades fueron alineándose con estos dos estados líderes, para lo cual se celebró un congreso de poleis griegas en Corinto a finales del otoño de 481 a. C.,[33] del que surgió una confederación aliada de ciudades estado. Esta confederación tenía el poder de enviar emisarios solicitando ayuda y de enviar tropas desde los estados miembros hasta los puntos de defensa tras haberlo consultado conjuntamente. Este hecho en sí mismo era de gran trascendencia en atención a la desunión que había existido históricamente entre las ciudades estado, y en especial si se tiene en cuenta que muchas de ellas estaban todavía técnicamente en guerra unas con otras.[34]
La confederación volvió a reunirse en la primavera de 480 a. C. Una delegación tesalia sugirió que los aliados se reunieran en el angosto valle de Tempe, en las fronteras de Tesalia, para bloquear el avance de Jerjes.[35] Se envió una fuerza compuesta por 10.000 hoplitas al valle, considerando que el ejército persa iba a verse obligado a atravesarlo. Sin embargo, una vez ahí fueron avisados por Alejandro I de Macedonia de que el valle podía ser atravesado y rodeado por el paso Sarantoporo, y de que el ejército persa era de un tamaño inmenso, por lo que los griegos se retiraron.[36] Poco después recibieron la noticia de que Jerjes había atravesado el Helesponto.[35]
Temístocles sugirió entonces una segunda estrategia a los aliados. La ruta hacia el sur de Grecia (Beocia, Ática y el Peloponeso) exigía que el ejército de Jerjes atravesase el estrechísimo paso de las Termópilas. Este paso podía bloquearse fácilmente con los hoplitas griegos a pesar del abrumador número de soldados persas. Además, y para evitar que los persas superaran la posición griega por mar, los navíos atenienses y aliados podrían bloquear el estrecho de Artemisio. Esta estrategia dual fue finalmente aceptada por la confederación.[37] Sin embargo, las ciudades del Peloponeso prepararon planes de emergencia para defender el istmo de Corinto en el caso de que fuera necesario, a la vez que las mujeres y niños de Atenas fueron evacuados en masa hacia la ciudad peloponesia de Trecén.[38]
[editar] Preludio
Parece ser que el ejército persa se desplazó a un ritmo algo lento a través de Tracia y Macedonia y que sería finalmente en agosto cuando llegaron a Grecia las noticias de la inminente llegada de los persas.[39] En aquella época los espartanos, líderes militares de facto de la alianza, estaban celebrando la festividad religiosa de las Carneas. Durante ese festival la actividad militar estaba prohibida por la ley espartana y, de hecho, los espartanos no llegaron a tiempo a la batalla de Maratón por estar celebrando el festival.[40] También se estaban celebrando los Juegos Olímpicos, por lo que debido a la tregua imperante durante su celebración habría sido doblemente sacrílego para los espartanos si marchasen en su totalidad a la guerra.[40] [41] En esta ocasión, sin embargo, los éforos decidieron que la urgencia era lo suficientemente importante como para justificar el envío de una expedición avanzada para bloquear el paso; expedición que estaría comandada por uno de los dos reyes espartanos, Leónidas I. Leónidas llevó consigo a 300 hombres de la guardia real, los Hippeis, así como a un número mayor de tropas de apoyo procedentes de otros lugares de Lacedemonia (incluyendo hilotas).[41] La expedición debería intentar agrupar el mayor número posible de aliados sobre la marcha y esperar a la llegada del ejército espartano principal.[41]La leyenda de las Termópilas, tal y como la cuenta Heródoto, dice que los espartanos consultaron al Oráculo de Delfos ese mismo año sobre el resultado de la guerra. Se dice que el Oráculo dictaminó que, o bien la ciudad de Esparta sería saqueada por los persas, o bien debían sufrir la pérdida de un rey descendiente de Heracles.[42] Heródoto dice que Leónidas, en línea con la profecía, estaba convencido de que se dirigía a una muerte segura al no contar con unas fuerzas adecuadas para la victoria y que por eso eligió como soldados sólo a espartanos que contaran con hijos vivos.[43]
En el camino hacia las Termópilas el ejército espartano fue reforzado por contingentes procedentes de diversas ciudades, llegando a alcanzar una cifra superior a los 5.000 soldados en el momento en que llegaron a su destino.[44] Leónidas eligió acampar y defender la parte más estrecha del paso de las Termópilas, en un lugar en el que los habitantes de Fócida habían levantado una muralla defensiva algún tiempo atrás.[45] También le llegaron noticias a Leónidas, desde la cercana ciudad de Traquinia, de la existencia de un camino montañoso que podía ser utilizado para rodear el paso de las Termópilas. En respuesta, Leónidas envió a 1.000 soldados focidios para que se estacionaran en las alturas y evitasen esa maniobra.[46]
Finalmente el ejército persa fue avistado atravesando el golfo Maliaco y acercándose a las Termópilas a mediados de agosto,[47] y ante este hecho los aliados mantuvieron un consejo de guerra en el que algunos peloponesios sugirieron retirarse hasta el istmo de Corinto para bloquear el paso al Peloponeso.[48] Sin embargo, los habitantes de Fócida y Lócrida, regiones cercanas a las Termópilas, se indignaron por la sugerencia, y aconsejaron defender el paso a la vez que enviaban emisarios a pedir más ayuda. Leónidas se mostró de acuerdo con defender las Termópilas.[48]
Entre las curiosidades y leyendas que Heródoto cuenta de la batalla, a propósito del gran tamaño del ejército persa, es famosa la anécdota según la cual, en palabras del autor, el más valiente de los griegos fue el espartano Dienekes, pues antes de entablarse el combate dijo a los suyos que le habían dado buenas noticias, que le habían dicho que los arqueros de los persas eran tantos que «sus flechas cubrían el sol» y «volvían el día en noche» (ὡς ἐπεάν ὁι βάρβαροι ἀπιέωσι τὰ τοξεύματα τὸν ἥλιον ὑπό τοῦ πλήθεος τῶν οῒστών ἀποκρύπτουσι "que cuando los bárbaros disparan sus arcos, ocultan el sol bajo la cantidad de sus flechas") y que de este modo, si los persas les tapaban el sol, en lugar de tener que combatir bajo él, podrían luchar a la sombra (εἰ ἀποκρυπτόντων τὣν Μήδων τὸν ἥλιον ὑπό σκιή ἔσοιτο πρὸς αυτούς ἡ μάχη καὶ οὐκ ἐν ἡλίω).[49] Dienekes, y los espartanos en general, consideraban el arco como un arma poco honorable, ya que evadía el enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
Jerjes envió un emisario para negociar con Leónidas. Ofreció a los aliados su libertad y el título de "Amigos del Pueblo Persa", indicándoles que serían asentados en tierras más fértiles que las que ocupaban en ese momento.[50] Cuando Leónidas rechazó los términos, el embajador le volvió a solicitar que depusiera las armas, a lo que Leónidas respondió con la famosa frase «Ven a buscarlas tú mismo» (en griego Μολών Λαβέ, que literalmente significa «ven y cógelas»).[51] Al fracasar la negociación la batalla se volvió inevitable. Sin embargo, Jerjes retrasó el ataque durante cuatro días, esperando que los aliados se dispersasen por sí mismos ante la gran diferencia de tamaño entre los dos ejércitos, hasta que se decidió finalmente a avanzar.[52]
[editar] Composición de los ejércitos
[editar] Ejército persa
Las cifras sobre los soldados reunidos por Jerjes para la segunda invasión de Grecia han sido objeto de interminables discusiones, debido al gran tamaño que ofrecen las fuentes clásicas griegas. Heródoto defendía que Jerjes había reunido 2,5 millones de hombres solamente en personal militar, que a su vez iban acompañados por un número equivalente de personal de apoyo.[53] El poeta Simónides de Ceos, que era casi contemporáneo, habla de cuatro millones. Ctesias, por su parte, cifra en 800.000 hombres el tamaño total del ejército de Jerjes.[5]La historiografía actual considera más o menos realistas los datos sobre los efectivos griegos y, durante muchos años, la cantidad ofrecida por Heródoto sobre los persas no fue puesta en duda. No obstante, a principios del siglo XX el historiador militar Hans Delbrück calculó que la longitud de las columnas para abastecer a una fuerza de combate de millones de hombres sería tan larga que los últimos carros estarían saliendo de Susa cuando los primeros persas llegaran a las Termópilas.[54]
Los historiadores modernos tienden a valorar las cifras de Heródoto y de otras fuentes antiguas como completamente irreales, resultado de cálculos erróneos o exageraciones por parte del bando vencedor.[55] El tema ha sido debatido en profundidad, pero parece que existe un consenso en lo referente al tamaño del ejército, que oscilaría entre los 200.000 y los 250.000 hombres, lo que en cualquier caso sería un ejército colosal para los medios logísticos de la época.[55] [56] Sean cuales fueran las cifras exactas, sin embargo, lo que sí que parece claro es que Jerjes estaba ansioso por asegurar el éxito de la expedición, para lo cual reunió a un ejército numéricamente muy superior tanto en tierra como en mar al de sus enemigos.[56]
También existen dudas sobre si en las Termópilas se encontraba reunido la totalidad del ejército persa de invasión. No está claro si Jerjes dejó previamente guarniciones de soldados en Macedonia y Tesalia, o si avanzó con todos los soldados disponibles. La fuerza de las Termópilas probablemente estaba compuesta por la mayoría del ejército de invasión, contando con alrededor de unos 200.000 hombres.[55] La única fuente antigua que comenta este punto es Ctesias, que sugiere que 80.000 persas lucharon en las Termópilas. Sin embargo, este relato es sólo fragmentario y ofrece errores graves, como por ejemplo una afirmación según la cual la batalla de Platea habría tenido lugar antes que la batalla de Salamina.[5]
[editar] Ejército griego
De acuerdo con las cifras que aportan Heródoto[44] [57] y Diodoro Sículo,[58] el ejército aliado estaba compuesto por las siguientes fuerzas:Grupo | Números - Heródoto | Números - Diodoro Sículo |
---|---|---|
Espartanos | 300 | 300 |
Lacedemonios/ Periecos | 900?[59] | 1.000 (¿incluyendo a los espartanos?) |
Hilotas espartanos | 900?[59] | - |
Mantineos | 500 | 3.000 (otros peloponesios enviados con Leónidas) |
Tegeatas | 500 | |
Arcadios de Orcómeno | 120 | |
Otros arcadios | 1.000 | |
Corintios | 400 | |
Fliuncios | 200 | |
Micenos | 80 | |
Total Peloponesios | 3.100[44] ó 4.000[60] | 4.000 ó 4.300 |
Tespios | 700 | - |
Malianos | - | 1.000 |
Tebanos | 400 | 400 |
Focidios | 1.000 | 1.000 |
Locros | "Todos los que tenían" | 1.000 |
Total | 5.200 (ó 6.100) más los locros | 7.400 (ó 7.700) |

Estatua de Leónidas I.
- Sobre el número de peloponesios:
- Sobre el número de lacedemonios:
El relato de Pausanias concuerda con las cifras de Heródoto (al que probablemente leyó), salvo por el hecho de que sí que ofrece el número de locros que Heródoto no llegó a estimar. Debido a que residían directamente en el lugar por el que iba a transcurrir el avance persa, los locros aportaron a todos los hombres en edad de combatir que poseían. Según Pausanias serían unos 6.000 hombres lo que, sumado a la cifra de Heródoto, daría un total de 11.200 soldados aliados.[62]
Muchos historiadores modernos, que normalmente consideran a Heródoto como el autor más creíble,[63] suman los 1.000 lacedemonios y los 900 hilotas a los 5.200 soldados de Heródoto, obteniendo una estimación de 7.100 (o alrededor de 7.000) hombres, y rechazan contabilizar los 1.000 soldados de Mélida que cita Diodoro y a los locros de Pausanias.[64] [65] Sin embargo, se trata de una sola aproximación, pudiendo haber muchas otras combinaciones probables. Además, los números cambiaron a lo largo de la batalla, esencialmente cuando la mayor parte del ejército se retiró y sólo permanecieron en el campo de batalla aproximadamente unos 3.000 hombres (300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos, probablemente 900 hilotas y 1.000 focidios, sin contar con las bajas sufridas en los días anteriores
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